Mira,
El otro día hice una visita a una casa porque su perro les gruñía.
Pero no en plan de… Te voy a matar, no.
Más bien, en plan de, estoy hasta los cataplines de que nadie se de cuenta de lo que quiero yo.
A mí, estas visitas me encantan, porque me dan la oportunidad una vez más de observar de cerca, cómo se siente el perro en cuestión y qué está diciendo por todos los poros de su piel.
Cuando ni por esas le entienden ya no le queda otra que alzar la voz, (aquí es cuando las personas se quedan a cuadros sin entender qué ha pasado y me llaman para ver si tienen un perro agresivo…)
Como te decía, me encanta también observar a las personas que viven con el perro, para ver qué le están comunicando con sus gestos y con el tono de voz además de con las cosas que hacen en el día a día, cuando están con él.
O sea, que qué puñetas están haciendo sin darse cuenta, para que el pobre tio necesite armarse de valor para soltar un gruñido de ¡basta ya!
Desde fuera los humanos que vamos corriendo a todas partes sin observar a los perros, nos sorprende cuando “los de repente” estallan en un gruñido o una mordida, por el motivo que sea, y créeme si te digo que motivos les sobran, aunque no te des cuenta.
Lo que pasa es que tienen una paciencia de santo y se aguantan las ganas.
Para los que quieran entender por qué su perro ladra como un loco, se abalanza sobre otros perros como si estuviera a punto de darle un infarto ( a él o a ti…) o tenga cualquier tipo de problema de convivencia, decirle que si le preguntamos al perro qué puñetas le pasa, igual solucionamos el problema antes de pensar en adiestrarlo rollo parque jurásico, o sea con un calambrazo y me quedo tan ancho.
Sobre todo para los que quieran seguir conservando su cabeza en su sitio, cuando a su perro se le acabe la paciencia.
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